Por César Palma Galindo
VIVENCIAS… Curioso como podemos cambiar con los años. Cuando apenas era un adolescente de 15 años un niño criollo llego a casa, le pusimos de nombre Rambo, su parecido a un dobermán inspiraba respeto desde pequeño y se convirtió en mi compañero.
Mi mamá lo alimentaba bien, de la comida no se podía quejar sobre todo cuando Teresita hacia sus caldos con abundantes huesos, siempre le separaba a nuestro guardián y el resto para este pechito.
Como a ningún otro perrito mi madre le dejó toda la casa para el solo, si bien no ensuciaba, siempre jalaba tierra del huerto ensuciando de tierra a cuanta habitación entraba.
Aquí la diferencia, en aquella época Rambo no usaba correa ni bozal, cuando salíamos a comprar lo llevaba libre corriendo conmigo y parecía siempre sonreir, hoy protejo a mis perritos con miedo a que salgan y algo les pueda ocurrir, quizás otra mascota se pelee con ellas o un conductor imprudente los atropelle.
Recuerdo incluso una vez por jugar con una señora en la calle mi amigo le rosó con su colmillo la mano, pues al jugar tenia el hocico abierto y la señora se quejó, bueno gajes del oficio.
Mis perros respetaban en aquella época la hora de comer, ellos almorzaban en un lugar del patio y nosotros en la mesa.
De pronto se presentaba en la puerta del comedor cuando mi papá estaba en la mesa y no sabíamos como «rampeaba» de a pocos hasta llegar al lugar del viejo Palma quien le daba de comer a escondidas debajo de la mesa.

Rambo, mi compañero eterno
Mi compañero eterno, con el corríamos saltando los muebles, corriendo por toda la casa, rompiendo las dulceras de mamá, etc.
Cuantos recuerdos de Rambo, era difícil dejarlo solo, golpeaba las jaulas de los cuyes hasta que cedió una y nos dejó una fila de roedores en fila listos para la olla, luego de ser cazados por el perro.
Las personas que pasaban por la casa eran asustadas por Rambito, pues aprovechaba que pasaban distraídas por la puerta para ladrarles y ponerles los pelos de punta.
Fue muy especial porque a Teresita no le gustaba criar perros, sin embargo a este le tuvo un cariño especial. El tiempo ha pasado y en mi recuerdo aun esta esa carita tierna de mi amigo de quien guardo muchos recuerdos.
Ahora el ogro soy yo y mis hijos crean sus propios recuerdos.