Por: Wilfredo Mendoza Rosado
Creo que.. Descubrí por mera casualidad a Truman Capote. La trepidante lectura de “A sangre fría” sobre el cruel y absurdo asesinato de la familia Clutter, el 15 de noviembre de 1959, en un pueblecito de Kansas llamado Holcomb, los cuatro miembros de la familia, un matrimonio y sus dos hijos adolescentes, fueron salvajemente asesinados en su casa por Dick Hickcock y Perry Smith.
Literalmente me dejó anonadado, sobre la forma de escribir un extenso Reportaje. La sutil y puntillosa descripción, que abarca todo y nada, es el sello de este notable periodista, quien como pocos, supo captar la esencia de los años violentos de la década de 1960.
Desde el casual descubrimiento, la he recomendado y obligado a mis alumnos a leerlo, como ahora lo hago públicamente, A sangre fría, es la obra maestra, para quienes quieren leer un buen texto sobre un crimen, pero lo interesante, no es el aquí, sino , el antes .
En buen romance, una suma de palabras, que nos regaló Capote, sobre la mejor forma de contar una historia.
En realidad, no podemos negar que a las personas, les gusta que le cuenten historias y esta obra de no ficción, es la mejor muestra que cuando una historia es bien narrada, avanzamos de página en página en forma compulsiva, gracias a la técnica que empleó Truman.
El único recurso que conozco es el trabajo. La escritura tiene leyes de perspectiva, de luz y sombra, igual que la pintura o la música. Si naces conociéndolas, perfecto. Si no, apréndelas. (dixit)
Desde entonces, toda la obra de Capote está leída y releída, hasta el mínimo detalle. No voy a negar en mi condición de profe y escriba, cuanto he aprendido y cuanto me ha enseñado (sin hacerlo) Capote, por esa bendita manía que tuvo, para conocer por boca de los propios actores, ¿lo que pasó y cómo pasó?.
Preguntas claves para conocer todo suceso noticioso o no, y que en los últimos tiempos se encuentra tan devaluado, por parte de algunos de mis colegas periodistas, donde lo único que vale, es el ataque, la agresión o el insulto, para no hablar de la difamación o calumnia; y al final uno tiene que demostrar su inocencia. Nada más contradictorio, en estos tiempos violentos.
Capote: una persona muy supersticiosa
No voy a escribir de temas menores, como el alcoholismo o la homosexualidad de Truman. No interesa, porque en estos días que se recuerda el centenario de su nacimiento, la mejor forma de recordarlo es volviendo a leer su A sangre fría, y quienes por diversos motivos, no lo han hecho, pues vayan a conocer, este monumento a la excelente forma de contar los hechos.
Es decir, saber como contar una buena historia. Truman Capote escribía cuatro horas al día y, al ser una persona muy supersticiosa, hacía dos versiones manuscritas a lápiz antes de mecanografiar la copia definitiva.
Otras de sus manías eran: escribir en la cama, no dejar más de tres colillas en el mismo cenicero (llenando sus bolsillos con las colillas de más) y sumaba números en su cabeza de forma compulsiva.
«Las palabras me han salvado siempre de la tristeza», lo escribió Truman. En mi caso, las palabras, me siguen salvando de una infinita tristeza, y solo queda aprender a convivir con ella , cueste lo que cueste. Gracias Capote, por tus sabias enseñanzas, en este diario y duro aprendizaje de hilar frases y más frases, para tratar de contar una buena historia. Esa es la clave.