Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… Mucho se ha hablado en estos días de Mario Vargas Llosa desde el ámbito político, de sus posturas, cambios ideológicos y su activa participación en la vida pública. Sin embargo, quizás el mejor homenaje que podemos rendirle es examinar sus obras, que nos recuerdan con brutal honestidad los abusos que en nombre del poder temporal se han cometido en el Perú y Latinoamérica.
«Conversación en La Catedral» sigue siendo su radiografía más penetrante de la sociedad peruana. Aquella pregunta que abre la obra («¿En qué momento se había jodido el Perú?») resuena todavía con dolorosa actualidad.
A través de la conversación entre Santiago Zavala y Ambrosio, Vargas Llosa desnuda cómo la corrupción, el autoritarismo y la desigualdad penetran todas las capas sociales durante la dictadura de Odría, pero también después.
En «La Fiesta del Chivo», nos enfrentó al horror del totalitarismo a través de la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Allí, con maestría narrativa, develó los mecanismos psicológicos del poder absoluto y sus efectos devastadores en víctimas y victimarios.
«La guerra del fin del mundo» explora el fanatismo religioso y político en Brasil, mostrando cómo las ideologías pueden enceguecer tanto a revolucionarios como a conservadores. Mientras, en «Historia de Mayta», cuestiona la militancia revolucionaria peruana y la distancia entre ideales y realidad.
«El sueño del celta» y «Tiempos recios» son sus exploraciones finales sobre el colonialismo y el intervencionismo extranjero, respectivamente, ampliando su mirada hacia las dinámicas globales del poder.
Incluso en «Los Cachorros», aparentemente alejada de la política, logra mostrar cómo las convenciones sociales pueden ser tan opresivas como cualquier dictadura.

Mario Vargas Llosa: el candidato presidencial ya no está con nosotros
El hombre, el político, el candidato presidencial ya no está con nosotros. Sus decisiones, aciertos y contradicciones quedan para el análisis histórico. Pero su obra permanece viva, palpitante, como un testimonio literario de los males que han aquejado a nuestras sociedades.
El mejor tributo a Vargas Llosa no está en defender o atacar sus posiciones políticas, sino en leer y releer su extraordinaria literatura.
Porque es allí, en la complejidad de sus personajes y en la maestría de su prosa, donde encontramos su verdadero legado político: la denuncia implacable de todas las formas de opresión y la defensa de la libertad individual frente a cualquier poder absoluto.