Por: Sarko Medina Hinojosa
Los gritos pidiendo pena de muerte para violadores de niños resuenan cada vez que ocurre un nuevo caso atroz. El último, una niña de doce en Lima, ha vuelto a encender el debate. Lamento decirles, pero en Arequipa hace un par de días un niño llegó para morir a un hospital luego que su propio padre, presuntamente fuera quién le ocasionó la muerte.
El niño tendría indicios de abuso sexual. Tenía 7 años. ¿La muerte es la respuesta? La pregunta es más compleja de lo que parece.
Según la Constitución Política del Perú, la pena de muerte solo está permitida en caso de traición a la patria en tiempo de guerra. Ampliarla requeriría no solo modificar la Constitución sino también denunciar tratados internacionales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que el Perú suscribió comprometiéndose a no extender la pena capital.
El Ministerio Público reporta que el 60% de las violaciones a menores son cometidas por familiares o personas cercanas. Muchos argumentan que la pena de muerte sería un disuasivo efectivo.
Sin embargo, estudios en países donde existe la pena capital demuestran que no reduce significativamente los crímenes atroces. En realidad el castigo no disuade al que, convencido de su poder, violenta y mata.
Lo que necesitamos no es más muerte, sino justicia efectiva. Cadena perpetua real, sin beneficios penitenciarios. Tratamiento psicológico obligatorio. Registros públicos de agresores sexuales.
Y sobre todo, educación real, no instrumentalista que solo genera el mismo círculo vicioso: tratar al sexo como utilitario, necesario para el placer, sin mayor cuota de humanidad, pura y sencilla animalidad de gónadas superponiéndose sin importar nada más.

La muerte no repara… La vida es sagrada
La vida es sagrada. No porque ellos la respetaran, sino porque nosotros, como sociedad, debemos mantener principios más altos que los de aquellos que despreciaron la dignidad humana.
Hay monstruos que necesitan estar encerrados de por vida, no para rehabilitarlos -algunos daños son irreparables- sino para proteger a la sociedad y dar a las familias de las víctimas la certeza de que se hizo justicia.
La verdadera pregunta no es si merecen morir, sino cómo evitamos que haya más víctimas mientras mantenemos nuestra propia humanidad devastada, señores congresistas, señora presidenta, la respuesta no está en el populismo de aprovechar la cortina de humo, sino soplar y despejar de violencia el país.