Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… En la última clase de taller de Cuento y Microcuento en la UCSP con mis alumnos reflexionamos sobre una interrogante que sobrevuela siempre nuestra sociedad pragmática: ¿Para qué sirve el arte? La pregunta, aparentemente inocente, llevaba dentro una carga de dinamita lista para explotar nuestras certezas.
Partimos de la clásica objeción que escuchamos con frecuencia: el arte es inútil porque no sirve para construir casas, cocinar alimentos, transportarnos de un lugar a otro o curar enfermedades. Es decir, no resuelve necesidades prácticas e inmediatas.
Según esta visión reduccionista, el arte sería un lujo de sociedades que ya han resuelto sus problemas básicos, un adorno prescindible en tiempos de crisis.
Pero conforme avanzaba nuestra charla, los estudiantes empezaron a romper ese molde de pensamiento utilitarista. Una alumna recordó cómo una canción la había acompañado en su proceso de duelo tras perder a su abuela.
Otro compartió que la literatura le había dado palabras para entender su adolescencia cuando el silencio lo ahogaba. Varios coincidieron en que sin películas, música o pintura, la pandemia habría sido insoportable.
El arte, concluyeron, cumple funciones que van más allá de lo tangible: nos ayuda a procesar emociones complejas, amplía nuestra visión del mundo, nos conecta con otros seres humanos a través del tiempo y el espacio, y nos permite expresar lo que de otro modo permanecería sepultado en nuestro interior.
Para confirmar estas intuiciones, les proyecté el cortometraje «Borrowed Time» de Pixar. En apenas seis minutos y sin casi palabras, esta historia sobre un hombre en el antiguo oeste, que vuelve al lugar donde de niño le ocurrió una gran desgracia, logró lo que muchas veces las explicaciones racionales no pueden: tradujo a imágenes y emociones universales un conflicto íntimo y culturalmente específico sobre la culpa.
Al terminar la proyección, el silencio en el aula era elocuente. Algunos se secaban discretamente las lágrimas, otros sonreían con nostalgia.

Cordillera de Palabras, el arte no es un lujo, sino una necesidad
Sin necesidad de discursos elaborados, habíamos comprobado lo que queríamos demostrar: el arte no es un lujo prescindible sino una necesidad humana fundamental, un canal insustituible para procesar, comprender y compartir nuestras emociones más profundas. Mucho arte para todos, mucha Cultura Viva.
Como diría el poeta chileno Vicente Huidobro, quizás el arte no sirva para construir casas, pero es indispensable para hacerlas habitables.