Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras.… Camino por las calles de un país que ya no reconozco. Leo las cifras y me estremezco: 4,037 peruanos asesinados en un solo gobierno. No son números fríos, son vidas truncadas, familias destruidas, sueños que jamás se realizarán. ¿En qué momento normalizamos que cada cuatro horas un peruano muera asesinado?.
Según datos del Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef), desde que Dina Boluarte asumió el poder en diciembre de 2022 hasta marzo de 2025, la muerte se ha convertido en nuestra compañera cotidiana.
Solo durante la gestión del actual inefable ministro del Interior, Juan José Santiváñez, 1,760 compatriotas han perdido la vida violentamente. Seis homicidios al día. Uno cada cuatro horas. ¿Les parece normal?.
La progresión es escalofriante. De 1,317 asesinatos en 2021 pasamos a 2,056 en 2024. Y en lo que va del 2025, ya sumamos 325 homicidios. Como señala el exministro Carlos Basombrío, estas cifras podrían ser aún mayores debido a las limitaciones en el registro.
Y no es que se necesitara que mataran a un cantante de una banda de cumbia famosa, sino que la hipocresía del Congreso ya roza el límite de lo irreal en un país que ni Gabriel García Márquez en su novela El otoño del patriarca, imaginaría.
El patrón es claro y devastador. Así comenzaron Colombia, México y El Salvador antes de que el crimen organizado tomara el control territorial y se infiltrara en sus instituciones. ¿Reconocemos el camino que estamos transitando? Es el mismo que llevó a estas naciones a décadas de violencia extrema.
La impopularidad del ministro Santiváñez habla por sí sola: 87% de los peruanos exige su renuncia, según Datum. En Lima y Callao, el rechazo alcanza el 89%. Son cifras que reflejan el hartazgo de una población que se siente abandonada frente al avance criminal.

Cordillera de Palabras: países lograron revertir la espiral de violencia
La historia nos muestra que los países que lograron revertir esta espiral de violencia implementaron medidas drásticas: reformaron integralmente sus fuerzas policiales, transformaron sus sistemas judiciales y purificaron sus instituciones políticas. No fueron cambios cosméticos, sino transformaciones profundas.
Necesitamos un nuevo pacto por la seguridad. Una policía profesional, bien remunerada y equipada. Un sistema judicial que procese con celeridad a los delincuentes. Un Congreso que legisle pensando en la ciudadanía y no en intereses particulares. Un Estado presente en cada rincón del territorio.
El tiempo se agota. Cada cuatro horas que demoramos, un peruano más pierde la vida. La violencia no tiene por qué ser nuestro destino. Podemos revertir esta tendencia si actuamos con determinación y urgencia, exigir con valentía, es la opción ahora.