Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de palabras. Arequipa, y nunca me cansaré de decirlo, es un oasis en la tierra, aquel lugar al que sus habitantes añoran llegar siempre cuando están lejos y hasta cuando nacen, si lo hacen fuera de su territorio no les importa demasiado. Y tiene uno de los climas que más se le acomoda a sus habitantes: fiero calor bajo el sol y frío nevado en la sombra.
Pero este contraste descrito ahora se ve incrementado con la ola de calor que tiñe de marrón la blancura de nuestra tradición climática.
Y no por el smog que ya es parte de nuestro paisaje urbano, sino por la sequedad que amenaza con convertir nuestro oasis en un espejismo, la campiña en una suerte de mezcla de tonos amarillentos y marrones.
Todo esto mientras los políticos están ocupados en cambiar de agrupación política, pensando más en su futuro que en el nuestro, calculando su propia riqueza cuando el verdadero oro líquido del progreso se nos escurre entre los dedos.
Para nadie es un secreto que el crecimiento poblacional en el Cono Norte, por ejemplo a los costados de la carretera a La Joya, es como un globo que no para de inflarse.
En el sur, Polobaya, Socabaya y Chiguata se expanden como manchas de jugo de tallarines en camisa blanca de trabajo. Pero, ¿alguien se ha puesto a pensar de dónde saldrá el agua para toda esta gente? Parece que construir casas es más importante que asegurar que tengan agua para beber.
Y eso va para los traficantes de terrenos, para los mismos que ya han cercado hasta el mismo cerro a la salida de Arequipa en los límites de Uchumayo, como para todos los que permiten este desbarajuste.
Necesitamos nuevas represas, y las necesitamos ya. Pero claro, eso no da votos inmediatos, ¿verdad? Es más fácil prometer parques, vereditas pintadas de multicolores franjas y reparchados de pistas que asegurar el futuro hídrico de la región. Nuestros políticos prefieren cortar cintas que enfangarse las manos en el lodo de las represas que necesitan descolmatación urgente.
En la Cuenca del Chili tenemos las represas de El Pañe, Pillones, El Frayle, Dique Los Españoles, Aguada Blanca, Bamputañe y Chalhuanca. Si se lograran recuperar a su estado óptimo (y sí, eso significa que las nuevas también tengan un mantenimiento para evitar que anden colmatadas), tendríamos asegurada el agua para las generaciones futuras por unos 20 años.
Porque las represas que tenemos son como ancianos cansados, llenas de sedimentos y cada vez menos eficientes. ¿Quién quiere invertir en limpiarlas? Eso no sale en las fotos, no da titulares.
Es más fácil ignorar el problema y esperar que la naturaleza, por arte de magia, llene nuestros embalses, dándonos la falsa seguridad de tener agua, cuando lo que hay es lodo, y este no se bebe.

Arequipa, no todo esta perdido: represa de Yanapujio
Pero no todo estaría perdido. Proyectos como la Represa Yanapujio, con una inversión de 608 millones de soles, prometen irrigar más de 11 mil hectáreas en el Valle de Tambo.
La Represa Toma Grande en Mollebaya, esperada por 60 años, almacenará 3 millones de metros cúbicos de agua para Characato, Mollebaya y Socabaya. Y en Yura, la Represa Casa Blanca, con 9 millones de metros cúbicos, beneficiará a 130 mil personas en el cono norte.
El tema es ¿quién afronta los 100 millones que cuestan?, podemos debatirlo porque es espinoso, pero por lo menos deberíamos iniciar el debate y las propuestas.
Y con todo, estos proyectos son un paso en la dirección correcta, pero no son suficientes. Necesitamos una visión integral y a largo plazo que asegure el agua para las generaciones futuras.