Por Sandra Bellido Urquizo
¿Y Ahora Qué?… De la noche a la mañana, Gustavo Petro, ex guerrillero y hoy presidente de Colombia, sorprendió al país y a la región con un anuncio que encendió las alarmas: Según él, Perú habría invadido territorio colombiano. Una declaración grave que de inmediato generó tensión en la opinión pública y dejó perplejos a muchos, sobre todo porque nunca antes había existido un conflicto de este tipo en esa zona.
Pero… ¿qué motivó realmente a Petro a lanzar tal acusación en este preciso momento?
Para buena parte de los colombianos, la respuesta es evidente: el mandatario enfrenta un creciente descontento social, especialmente en Boyacá, donde mineros, campesinos y productores agropecuarios mantienen bloqueadas vías estratégicas.
Las protestas reclaman el abandono estatal, cuestionan la transición energética que amenaza su sustento y rechazan las políticas tributarias que los ahogan económicamente.
El malestar coincidió con una fecha emblemática: el 7 de agosto, aniversario de la Batalla de Boyacá que selló la independencia de Colombia. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, el acto conmemorativo no se realizó en el histórico Puente de Boyacá, sino en Leticia, Amazonas.
La jugada política, pensada para evitar protestas masivas, no salió tan bien como esperaba: los propios leticianos lo recibieron con gritos de “¡Fuera Petro!” y “¡Queremos paz!”. Aun así, fiel a la costumbre de muchos políticos, llevó a su grupo de simpatizantes para acallar las críticas.
Pero la presión social no es su único problema. A inicios de agosto se filtraron supuestos chats entre su hijo Nicolás Petro y su exesposa, donde se mencionan fiestas con licor, travestis y mujeres, e incluso insinuaciones sobre la participación del propio presidente cuando era precandidato.
Petro, como era de esperar, negó rotundamente los hechos, calificándolos de manipulación política. Sin embargo, su historial demuestra que sabe cómo desviar la atención mediática hacia otros frentes, en este caso, usando un discurso nacionalista sobre defensa de la soberanía.

Perú le respondió a Petro: la isla Santa Rosa es territorio peruano
Mientras tanto, el Perú ha respondido con una posición firme y unitaria: la isla Santa Rosa es territorio peruano, y no cambia de nacionalidad cada vez que el río modifica su cauce. El Tratado Salomón-Lozano de 1922, por el cual Perú cedió a Colombia la zona de Leticia —bajo fuerte presión de Estados Unidos—, zanjó definitivamente la frontera. El intento de reabrir este capítulo no solo es anacrónico, sino peligroso para la paz regional.
La hermandad entre pueblos fronterizos no puede quedar a merced de gobernantes que anteponen intereses ideológicos y mezquinos sobre el bienestar ciudadano. En la triple frontera, colombianos, peruanos y brasileños han convivido durante décadas en armonía, compartiendo comercio, cultura y la vida diaria.
Por eso, señor Petro, antes de agitar fantasmas de guerra, atienda las urgencias internas de Colombia. Porque, de seguir así, hasta el famoso youtuber estadounidense MrBeast tendrá que seguir haciendo el trabajo social que su gobierno no hace.
Y a la presidenta Dina Boluarte, en lo que le queda de mandato, le corresponde actuar con visión de Estado: invertir en Santa Rosa, garantizar servicios básicos y mejorar la infraestructura. No es aceptable que ciudadanos peruanos tengan que cruzar a Leticia o Tabatinga para recibir atención médica.
El desarrollo de un país se mide por la calidad de vida de su gente, y nuestros pueblos fronterizos merecen más que promesas: merecen presencia efectiva del Estado.