Por Wilfredo Mendoza Rosado
CREO QUE… Alguna vez escuché de boca del propio Alfredo Bryce, que “mi vida es una rumba constante para evitar la tristeza”, luego agregó que “no le temo a la muerte, luego de lo vivido y tomado”. “Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte.” (Blaise Pascal)
En estos caniculares y cortos días, un tema constante ha sido la muerte. A la cual tarde o temprano vamos. Y aunque trato de no pensar en ella, es la vía natural, luego de la fugaz existencia. No valen atajos, la parca no toca la puerta dos veces.
Hacía referencia a mi querido Bryce Echenique, cuando recordaba las dos entrevistas que tuve con él. Donde la joda (propio de él) y su eterna risa, fueron la constante, donde hablamos (él lo hizo) sobre su inolvidable : “Un mundo para Julius» y tantos otros libros de su autoría.
Casi al unísono, revolotean en mi memoria, mis días universitarios, cuando mi queridísima amiga Ceci Navarrete, me prestaba casi toda la obra bryceana, donde me “cagaba” de risa, con las aventuras y desventuras de sus personajes, entremezclados con sus tristezas, alegrías, escasos triunfos e innumerables derrotas; sin perder jamás su eterna sonrisa, y la excesiva melancolía, que desde entonces me persigue.
Por aquellos días, la muerte era excesivamente lejana. Éramos invencibles, y las parrandas eran similares a los personajes de Bryce. Unos días menos complicados, menos enredados por como nos trataba la vida.
Ahora veo como en un caleidoscopio mi pasado: era feliz aunque hubieran salpicaduras de muchas carencias económicas.
Mis amigos de aquellos lejanos días, hoy nos acompañamos, aunque en medio del jolgorio, existan atisbos a la muerte…espero todavía muy lejana…
En el contexto, ví una entrevista a ABE. Casi, casi susurraba, se agitaba. Era otro más viejo y menos risueño.
Me invadió un inmenso desasosiego que al final se convirtió en algo como “Dándole pena a la tristeza” (*) un hermoso título de Bryce, que me devuelve (ojalá lo haga con ustedes amables lectores (ras) al olor a tierra de mi infancia, la pelota de cuero, las chapas, las canicas; esos juegos que alejaban el hastío.
Una de las tantas formas de felicidad, que hoy apenas son pequeños destellos que creo alejan el fantasma de la muerte. Se llama vida.

CREO QUE…Los amigos fueron como boyas en el camino
Los amigos fueron como boyas en el camino de un náufrago. Y yo iba de boya en boya. Debo acotar, que los libros, desde que tengo uso de razón me acompañan, lo siguen haciendo. Imagino que si existe la otra vida, van a seguir conmigo.
Espero que suceda lo mismo con ustedes, es una forma de espantar a la muerte, viviendo otras vidas. Oteando el mismo horizonte que es como la fotografía, que de tanto verla, acaba por ser una distinta, como escribió el escritor cubano, Guillermo Cabrera Infante.
“La memoria es una traductora simultánea que interpreta los recuerdos al azar o siguiendo un orden arbitrario: nadie puede manipular el recuerdo y quien crea que pueda es aquel que está más a merced del arbitrio de la memoria.” (GCI).
Sin insistir que los buenos recuerdos son la mejor forma de alejar cualquier atisbo de muerte. Es nada más que vida.
Para cerrar estas líneas, cae a pelo, una hermosa frase de Sabina, quien no está en mi lista de gustos musicales, y que dice: “ Nos tocaba crecer y crecimos, vaya que crecimos. Cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos”.
Pero todo se acaba, ya es hora de decirte chao, me ha citado la luna entre la mansa playa, que solo tú conoces y la luna que juntos nunca vimos. Triste verdad. Nos vemos