Por Wilfredo Mendoza Rosado
Creo que… Fue un sábado temprano, mi amigo Omar Zevallos , Editor del suplemento “Lagartija” del diario Correo (donde laborábamos) fuimos al esperado encuentro con el escritor Julio Ramón Ribeyro. Decir que lo entrevisté, es una completa exageración. Apenas balbuceé una que otra desordenada pregunta. Fue un encuentro inolvidable, por estar frente a uno de los mejores cuentistas.
Mi primer encuentro con JRR fue en el colegio. Los geniecillos dominicales de editorial Milla Batres, me marcó para siempre. Una prosa limpia, diáfana y directa, como fue el propio escritor. Sencillo hasta el extremo, aunque un eterno fumador, como en ese ocasional pero afortunado encuentro.
Ya en la universidad, por la última cuadra de calle Ejercicios, había una librería de mala muerte. En sus desvencijados anaqueles, observé un tesoro: La palabra del mudo en sus 3 tomos. ¿Cuánto cuestan? Lo recuerdo, un precio inalcanzable, para mis raleados bolsillos, donde había más entusiasmo que dinero contante y sonante. En fin.
Tardé, varios meses de privarme de muchas cosas entre no invitar a la enamorada de entonces o beber con los amigos (en realidad nunca ponía cuota, me perdonaban jajajaja) pero un día me llevé ese tesoro a mi casa. Los leí con avidez y tan rápido como pude. Fue un encuentro con las historias más simples y hermosamente escritas.
La palabra del mudo: porque da voz a los mudos del mundo moderno. El autor peruano se pone en el mismo nivel que sus personajes, se considera él también como marginalizado, por lo cual varios de sus cuentos son autobiográficos.
Es decir, una historia sin importancia por lo que pasó, pero valioso por la forma como la contamos. Esa es la clave en literatura, un buen estilo. Nada más.
Siempre he dicho, no soy crítico, me considero un buen lector y leerlo , es conocer ese mundo de una clase sin esperanza, sin sueños, una eterna frustración. Esa eterna clasemediera, entre la alta y la clase que no tiene clase, aunque suene despectivo. Los pobres de siempre.
Desde aquellos años universitarios, mucha agua ha corrido por los puentes donde he transitado. Hace poco arreglando mis libros, me percaté que solo tenía 2 de los 3 tomos.
Uno se quedó en poder de una antigua novia. Nunca lo devolvió. La culpa es mía, porque le inyecté el amor por los libros, y le reiteré: ¡nunca prestes libros!. Le creí pero mintió, supongo que aún lo tiene. Muy tarde para pedirlo. Jejejeje.

Creo que…»Lo que más recuerdo es su amor por los cigarros»
Ahora que se registran 30 años de la muerte de este cuentista peruano, lo que más recuerdo es su amor por los cigarros (Solo para fumadores) aunque no fumo ni michi, y su inmenso amor por el mar.
Cuando regresó de París, se instaló en un departamento frente al mar en Miraflores (Lima) Envidia sana, porque uno de los sueños personales es despertar frente al mar y soñar y soñar. Veremos que pasa.
«El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad está construida por un perpetuo estado de iniciación, de entusiasmo constante» JRR, cuando le diagnosticaron cáncer, dejó de fumar. Varios meses no pudo escribir una sola línea. Murió en su ley, volvió a fumar y escribir. Una forma de ser feliz, supongo.
Vuelvo a hojear La palabra del mudo, y es inevitable pensar en mi historia personal. Mis dudas antes que certezas. Mis frustraciones antes que logros. Mi infelicidad que acabó por ser una constante, aunque hoy no diga lo mismo: soy feliz. Ese eterno sueño clase mediero de todos de nadie
«Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una forma para ser feliz«. Creo que esa felicidad es inasible, etérea, uno la busca y nunca la encuentra. Esa es la vida, la tuya o la mía…Dime algo por favor. Hasta la próxima.