Por: Wilfredo Mendoza Rosado
CREO QUE… Nunca quise ser padre. No estaba en mis planes, Veía los hijos de mis amigos y amigas, y me infundían una inexplicable ternura. Nada más. El tiempo, mi tiempo fue distinto. Para hacer breve la historia, hace buen tiempo nació mi primer hijo, Sebastián. Fue una alegría indescriptible. Hoy recuerdo sus primeros lloriqueos y la emoción de ser papá por primera vez.
Andando en el tiempo, luego nació mi Valentina. En honor a la verdad, quería otro varón, pero uno propone y el destino dispone. Cuando “cerré la fábrica”, nació un 7 de mayo, mi Alejandra. Medio en broma, siempre les digo a mis amigos, “mi último esfuerzo”, que no es sino, la forma de referirme a uno de los amores de mi vida.
Ale, es mi exacta referencia, sobre como quiero ver el mundo, y aunque ella no lo sabe, denota mi preocupación, por lo que pueda ser su futuro. Tiene apenas 14 añitos cumplidos, y no tiene las preocupaciones de sus hermanos, aunque bien sabe, la necesidad de prepararse, para precisamente, enfrentar el mundo.
A mi Ale, la despido, todos los días al colegio: ¡Te quiero!, y rauda, con su enorme mochila: ¡Yo también te quiero papá! Y se aleja veloz, a sus obligaciones escolares. Mientras como cualquier padre, siempre preocupado, para que no le suceda nada malo. Y, vuelva, sana y salva.
La verdad, he tratado de ser buen padre. No le obligo a nada, le hablo hasta el cansancio, y no siempre entiende. Solo les reitero a mis hijos, ser buenas personas y nada más. «Sospecho que lo que escribo nace del silencio. Porque así fue desde mi niñez, del silencio a la escritura. De la resistencia a hablar, al placer de construir un texto». Más veces de las que quisiera me abruma un abismo de angustia.
En realidad, es apenas el temor sobre su futuro. Nunca el mío, ya andé y desandé. Siempre hay un misterio. Un agujero negro de incertidumbre alrededor del cual, como mariposas enloquecidas, revolotean las preguntas de siempre. Nunca, tengo la respuesta, solo la certeza de ir andando juntos, hasta donde la vida y ella me lo permitan.
Espero tener días, para verla libre. Alegre y que sea todo lo feliz que siempre quise pero no pude. Me ganó el tiempo, mientras a ella le sobran las ganas y la larga vida que espero, la lleven por los caminos adecuados.
Los pasos seguros que vaya dando. Y, si alguna vez tiene que desandar, que lo haga, para con nuevo impulso, vaya tras sus metas.

CREO QUE… «convertirte en una mujer y tengo todo el miedo del mundo»
Por ahora, vamos andando por la vida. Tomados de la mano, pero la va soltando cada vez con más frecuencia. Es propio de su edad y de sus ganas por ir descubriendo su camino. Intento encaminarla por mis amados libros. Ya perdí la batalla, se decanta, por los aparatos electrónicos. Son su presente. Son tiempos veloces.
Mi querida hija acabas de cumplir 14 abriles y tengo para darte todo el amor que te haga falta, aunque se que tendrás que andar tu propio camino, solo te lo pido mesura, para cualquier decisión que vayas a tomar.
«La que me ha pedido aparecer en estas páginas es sobre todo la mujer incierta, una que sigue existiendo dentro de mí, debajo de todas mis capas. Pero hay otras, algunas de las cuales no aparecen aquí o no aparecerán jamás». Nunca lo dudes.
Te vi nacer crecer y poco a poco te vas camino a convertirte en una mujer y tengo todo el miedo del mundo. Pero confió en ti. En tu buen juicio y que llegado el momento harás las cosas que aprendimos juntos muy juntos.
Te vas alejando lo sé. Es la ley de la vida. Siempre lo supe, sólo espero, tener la vida para verte feliz y convertida en una buena persona.
Mejor acabo, porque me van ganando las lágrimas y los sentimientos encontrados, me indican que pase lo que pase siempre estaré junto a ti mi Alejandra, para cuidarte. Donde estés y con quién estés. Nunca lo olvides.
Hasta la próxima.