Por Wilfredo Mendoza Rosado
CREO QUE… Hace un chorro de años, con la pareja de entonces, era un día lluvioso, uno triste, como tantos y le dije: “vamos a caminar bajo la lluvia”. Me miró, con coqueto mohín, todavía lo recuerdo, “después, dentro de un rato”. Ese después, muy tarde llegó, cuando quiso, ya estábamos mirando en direcciones opuestas. El después, fue nunca como muchas cosas en la vida.
Cuantas veces, hemos dicho después…Ven más temprano. Y, la verdad, nunca encontramos ni antes ni después ni cuando tarde o temprano lo teníamos que encontrar. “De eso se trata todo esto: de vivir a ciegas”, bien escribe la periodista y escritora, Leila Guerriero.
No le prestamos atención, a la chica que atendía en el bar de mala muerte que recalamos, cuando teníamos 20 años y, de ahí en adelante, nada fue como pudo haber sido. El tiempo nunca regresa. Lo único que se puede hacer es no pasar de largo: estar ahí para la pasión tardía, para el que llega postreramente herido.
Decir: «Ojalá te hubiera visto antes, te hubiera querido antes. No te vi, ni te quise, pero ahora no me voy». A veces, después, llega el azote de dios el sufrimiento.
Cuanto quisiéramos haber llegado a la vida de alguien más temprano y nunca demasiado tarde, para evitar sus heridas, sus sufrimientos, y todo es tardío, como el viento de otoño, que sacude mi curtido rostro.
Voy caminando, bajo una tenue lluvia, solo, siempre solo, tal vez porque el tiempo indecible nunca regresa, se va, se aleja, y apenas recordamos lo que pudo haber sido y nunca fue. Son tantos después, que quizá, nos perdimos en el pedregoso camino.
De mis recuerdos juveniles, debo admitir que existen tal vez demasiados después o luego luego. Siempre son tarde los después, porque lo que se tenía que hacer, nunca se hizo. Debo admitir, con disimulada vergüenza, que me arrepiento, como todos.
Pero a veces, nunca es demasiado tarde, para resanar heridas o postergar adioses. Lo sé.
¿Amas la vida? Pues si amas la vida no malgastes el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida. Estaba en el colegio, y me gustaba Patricia, bella joven.
Tuve la valentía juvenil de declararme y después volví por la respuesta. Mi constante timidez, postergó una y otra vez, aquel sí o no…Me encontré con ella, unos 3 meses después, y me dijo: “te esperé más de una tarde. Nunca viniste, Te iba a decir si…”, y se dio media vuelta. El después, fue una pesadilla juvenil, por aquel hermoso encuentro amoroso que soñé. Esos son los adioses que siempre debemos evitar.
CREO QUE… El pasado nos limita
Desde entonces El pasado nos limita, pero el futuro nos atemoriza. El único lugar seguro es el presente. Me acuerdo que alguna vez, el escritor Alfredo Bryce Echenique, me dijo en una entrevista, que “muchas veces, dejé pasar la felicidad , porque pensaba que habría un después…pero la felicidad no llegó, hasta que decidí atraparla en instantes”. Eso es cierto, son los instantes que nunca dejemos para después.
Pero en el instante previo a perderlo todo se puede, todavía, entrar en el soleado espectáculo del amor. Aunque sea por un rato. Y, si ese rato, se convierte en segundos o minutos pletóricos, bien vale la pena.
El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que lamentan, demasiado corto para aquellos que celebran. Pero para quienes aman, el tiempo es eterno.
En suma, no dejes nada para después. Porque después, debe ser nunca. El ahora, debe ser siempre el presente, vivir un amor furtivo aunque sea solo un instante, porque la vida y la felicidad son apenas instantes fugaces. Hasta la próxima-