Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras... Según un reciente artículo de El Mundo, la llamada «generación de cristal», tan sensible a las causas sociales, es la misma que consume contenido cada vez más violento y morboso. Y, ojo, cuando se denomina a los “cristalitos”, no es como piensan muchos un tema de edad, sino a cualquiera que por todo se ofende en redes y siente que debe hacer sentir su voz con corrección política, tengas 18 o 60 años.
Pero, para efectos de este artículo debemos referirnos a los jóvenes, a un grupo de ellos que en el país, marchan virtualmente por los derechos humanos pero comparten sin pestañear videos de violencia extrema en sus estados de WhatsApp y consumen pornografía como si no hubiera Internet mañana.
La psicóloga Inmaculada Martínez señala en el artículo referido que el consumo de contenido violento no depende de la generación sino de factores individuales. Sin embargo, en nuestro país, donde el 92% de jóvenes entre 17 y 25 años usa TikTok diariamente (IPSOS Perú, 2024), la exposición a contenido violento es casi inevitable.
Lo más preocupante es el culto a influencers sin más mérito que su capacidad para generar polémica. Mientras figuras como Uchulú o Speed alcanzan millones de seguidores promoviendo contenido superficial y a veces cuestionable, educadores y científicos peruanos apenas logran unos miles de vistas.
Mucho se ha cuestionado al periodista César Hildebrandt criticando a los seguidores que abarrotaron el centro de Lima a la llegada del influencer Speed, defendiendo la elección de lo que se consume en redes y a quién se sigue, pero si alguien no señala lo obvio, que es que se sigue a ídolos de barro, el reino puede seguir creyendo que está bien tener un rey desnudo en el trono.
Este fenómeno, que el investigador Luis Miguel Romero Rodríguez llama «síndrome del mundo cruel», está creando una generación que normaliza la violencia mientras se indigna selectivamente.

Cordillera de Palabras… No está en censurar contenidos
En Perú, donde la violencia real es un problema cotidiano, esta desensibilización es particularmente peligrosa. Todos los días matan personas de manera violenta en este país, en Huánuco a un adulto mayor lo apuñalaron con saña 17 veces y en Lima a un ex congresista le disparan a matar. Los comentarios son de los más insensibles en las redes y la mayoría es de jóvenes.
La solución no está en censurar contenidos, sino en desarrollar pensamiento crítico. Nuestros jóvenes necesitan aprender a distinguir entre entretenimiento y realidad, entre influencers y verdaderos referentes.
En un país donde la violencia no necesita Netflix para manifestarse en Full HD, la educación mediática es más urgente que nunca.
¿Seguiremos viralizando la violencia mientras fingimos indignación selectiva? La respuesta definirá no solo nuestro consumo digital, sino nuestra capacidad para construir una sociedad menos violenta.