Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordilleras de Palabras… Esta noche, mientras las iglesias de Arequipa se llenen para la Misa de Nochebuena, cientos cenarán solos en cuartos alquilados, deprimidos y ansiosos, preguntándose si alguien notará su ausencia. La paradoja de la Navidad moderna: nunca hemos estado más conectados digitalmente y más solos espiritualmente.
La Pastoral del Migrante de la Arquidiócesis de Arequipa ha sido testigo este año del incremento de familias que necesitan ayuda, no solo venezolanos, aunque ellos, como José y María buscando posada, nos recuerdan la verdadera historia navideña sobre viajeros en tierras que no son suyas, sino también arequipeños que la inflación y el desempleo han empujado a la desesperación.
El Centro de Salud Mental Moisés Heresi reporta que en estas fechas aumentan las consultas por depresión y ansiedad. La tristeza no entiende de festividades; al contrario, las luces y la alegría forzada pueden hacer más profundo el abismo de quien sufre en silencio.
¿Qué haría Jesús en esta Navidad? ¿Se quedaría en la comodidad de una cena familiar o saldría a buscar a la oveja perdida? Como católicos, no podemos conformarnos con asistir a Misa y cantar villancicos.

Navidad: el verdadero pesebre
El verdadero pesebre está en los albergues de Ciudad de Dios, en las habitaciones solitarias de nuestros ancianos, en las periferias de nuestra ciudad.
Esta Navidad, antes de gastar en otro regalo innecesario, pregúntate: ¿Hay alguien solo a quien pueda acompañar? ¿Una familia necesitada a quien pueda ayudar? ¿Un migrante a quien pueda tender la mano? Porque la verdadera celebración católica no está en los regalos que damos, sino en el amor con que llenamos los pesebres vacíos de nuestra ciudad.
Cristo nace cada vez que un católico actúa como sus manos en la tierra. ¿Seremos esta Navidad el pesebre que acoge o la posada que rechaza?