Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… El circo electoral… Estamos a pocos meses de las elecciones presidenciales y la cosa está como para llorar. O para reírse, si uno tuviera ganas de humor negro. Porque el panorama político peruano parece más un casting para reality show que una competencia seria por dirigir el país. Hay más postulantes presidenciales que vendedores de queso helado en el centro de Arequipa un domingo.
Cada semana aparece un nuevo «salvador de la patria« que promete revolucionar el Perú desde su flamante movimiento político creado hace dos meses. Y todos, absolutamente todos, tienen el mismo discurso: «luchar contra la corrupción», «cambio verdadero» y «el pueblo primero». Como si fueran clones salidos de la misma fábrica de frases hechas.
El problema es que nadie les cree. Y tienen razón en no creerles. Después de Fujimori, Toledo, García, Humala, PPK, Vizcarra, Sagasti, Castillo y ahora Boluarte, el peruano promedio está más desconfiado que suegra en reunión familiar. Hemos visto de todo: corrupción, nepotismo, traiciones, vacancia, golpes de Estado, investigaciones fiscales. El circo completo.
Los movimientos políticos de hoy no tienen ideología, tienen marketing. No tienen propuestas, tienen consultoras. No tienen militancia, tienen seguidores de redes sociales. Es el triunfo de la política superficial, esa que se preocupa más por el tiktok pegajoso que por el plan de gobierno. Esa que prefiere el eslogan viral antes que la propuesta técnica seria.Y mientras tanto, el ciudadano común se pregunta por quién diablos va a votar.
Porque cuando uno revisa la lista de precandidatos, da escalofríos. Está el reciclado que ya fue presidente y salió mal. Está el hijo del expresidente procesado que quiere «limpiar» el apellido familiar. Está el empresario millonario que cree que dirigir el país es como manejar una empresa. Está el populista de turno que promete regalar dinero que el Estado no tiene.
Está el outsider que no sabe ni dónde está parado pero habla bonito en televisión.
Lo más triste es la ausencia total de debate ideológico serio. Nadie habla de modelos económicos, de políticas sociales a largo plazo, de reformas estructurales necesarias. Todo se reduce a «yo no soy corrupto como los otros» y «voy a hacer las cosas diferentes». ¿Diferentes cómo? ¿Con q¿Con qué equipo? ¿Con qué recursos? ¿Con qué experiencia? Silencio total.
Los partidos tradicionales están en terapia intensiva. El APRA prácticamente desapareció después de la desaparición de Alan García. Acción Popular es una sombra de lo que fue. El PPC parece más un club de nostálgicos que una opción real.
Fuerza Popular carga con el lastre de la herencia fujimorista y ser el creador de presidentes nefastos por su antídoto. Y los nuevos movimientos nacen y mueren más rápido que venta de alcohol en pandemia.
Esta crisis de credibilidad tiene consecuencias graves. Cuando la gente no confía en sus políticos, cuando no se siente representada por ninguna opción electoral, la democracia se debilita peligrosamente. Y ya hemos visto hacia dónde lleva eso: golpes de Estado, autoritarismo, caos institucional.
Circo electoral: el desinterés del electorado no es apatía política
El desinterés del electorado no es apatía política. Es hartazgo justificado. Es el resultado lógico de décadas de promesas incumplidas, de campañas mentirosas, de gobiernos que terminan peor de como empezaron. El peruano ya no cree en los políticos porque los políticos le han dado todas las razones del mundo para no creer en ellos.
Necesitamos una renovación real del sistema político peruano, no este reciclaje constante de las mismas caras con diferentes camisetas. Necesitamos movimientos con ideología clara, con propuestas técnicas serias, con cuadros preparados. Necesitamos políticos que entiendan que gobernar es servir, no servirse del poder.
Pero sobre todo, necesitamos ciudadanos que exijan más. Que no se conformen con el «mal menor». Que investiguen las propuestas antes de votar. Que castiguen con su voto a los corruptos y premien a los honestos. Que entiendan que la democracia no es un espectáculo para ver desde el sillón, sino un sistema que requiere participación activa.
El Perú se merece mejores políticos. Pero los mejores políticos solo aparecerán cuando los ciudadanos exijan que aparezcan. Mientras sigamos votando por el más marketero, el más gritón, el que mejor promete lo imposible, seguiremos teniendo el mismo circo electoral de siempre.
¿Será que esta vez aprenderemos la lección? ¿O volveremos a elegir al menos malo de los peores candidatos? El futuro del país está en nuestras manos, literalmente, cada vez que marcamos la cédula electoral. Decidamos si seguimos eligiendo payasos o si por fin exigimos estadistas. Ya pasó el mes de los circos, ojo.