Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… Brainrot; De repente el nombre Skibidi Toilet le suena, esta animación creada por un ruso estuvo muy de moda, ahora seguro ha escuchado por allí de Tralalero Tralala, Tung Tung Tung Sahur y Bombardino Crocodilo, animaciones hechas por IA que fascinan a los adolescentes y jóvenes.
Si tiene algún adolescente en casa y lo ve inmerso en su celular con los audífonos creando una barrera auditiva y dándole con el dedito a la pantalla, es posible que estén inmersos en lo que ahora se conoce como «brainrot» o «pudriéndose el cerebro» con contenido repetitivo de sus celebridades favoritas.
El término «brainrot» surgió en redes sociales para describir la obsesión compulsiva con cierto contenido digital, generalmente relacionado con celebridades, personajes ficticios o influencers.
No es un simple fanatismo; es un consumo patológico que genera una desconexión preocupante de la realidad. Los adolescentes pueden pasar horas viendo los mismos clips, leyendo las mismas historias o analizando las mismas fotos hasta que, literalmente, sienten que «su cerebro se pudre».
Los psicólogos lo definen como una forma de hiperfijación, potenciada por algoritmos diseñados para mantenernos enganchados.
«Es una respuesta neurológica extrema a estímulos que activan los circuitos de recompensa del cerebro«, explica la Dra. Marisa Navarro, neuropsicóloga especializada en adolescentes. «El problema es que genera un ciclo de dopamina cada vez más difícil de satisfacer».
Las consecuencias de este fenómeno son alarmantes. Los adolescentes afectados por el brainrot presentan síntomas que van desde la incapacidad para concentrarse en tareas escolares hasta el desarrollo de ansiedad social.
Algunos incluso experimentan una distorsión de su identidad, adoptando expresiones, gestos y actitudes de sus ídolos en caso extremos, pero, seguro que al leer lo tras anterior acaba de parársele los pelos.
Porque sí, así están nuestros adolescentes, dispersos, poco empáticos, las tareas les pesan por la falta de concentración y no se relacionan bien con su entorno, fuera de las redes sociales y videojuegos.
Un estudio reciente de la Universidad de Stanford reveló que el 38% de los adolescentes entre 13 y 17 años presenta algún grado de hiperfijación digital que interfiere con sus actividades cotidianas.

Lo más preocupante es que muchos padres confunden este comportamiento con una fase normal de la adolescencia, peor, culpan a los centros educativos sobre los retrasos que obviamente tienen sus hijos en cuento a avance de conocimiento, conducta y respeto.
Las redes sociales, especialmente TikTok, han amplificado este fenómeno. Su algoritmo, diseñado para mostrar contenido similar al que consumimos, crea «cámaras de eco» donde los jóvenes quedan atrapados en bucles interminables del mismo material.
«El problema no es solo la cantidad de tiempo que pasan en pantallas, sino la calidad de ese tiempo», señala la socióloga digital Laura Espinoza. «Es consumo pasivo y repetitivo que no aporta nada nuevo».
Brainrot: ¿Qué pueden hacer los padres?
1. Establecer límites claros de tiempo en pantallas, incluso usando aplicaciones de control parental si es necesario.
2. Fomentar actividades alternativas que generen dopamina de forma saludable, como deportes o hobbies creativos.
3. Conversar abiertamente sobre el contenido que consumen, sin juzgar, pero mostrando interés genuino.
4. Estar alerta a cambios conductuales extremos y buscar ayuda profesional si el problema persiste.
El brainrot no es una etiqueta para demonizar el entusiasmo adolescente, sino un fenómeno real que refleja cómo la tecnología está recableando los cerebros en desarrollo. La batalla por la mente de nuestros adolescentes está en marcha.
Esta es una guerra silenciosa, ya que antes, que un hijo esté en su cuarto era señal de que estaba protegido, ahora es causa de pavor, ya que por los celulares es ahora por dónde se “malean” y ya no la esquina con los “forajas” del barrio. La información y la comunicación familiar son nuestras mejores armas.