Caral sorprende. En medio de la constante amenaza sísmica que enfrenta el Perú —ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico—, surgen desde el pasado ejemplos notables de adaptación e innovación frente a los movimientos telúricos. Uno de los más destacados proviene de la civilización de Caral, considerada la más antigua de América, con más de 5,000 años de antigüedad.
Tras el reciente sismo de magnitud 6.1 que sacudió Lima y Callao, y que dejó víctimas mortales, heridos y daños materiales, vuelve a ponerse sobre la mesa la importancia de la prevención sísmica. En ese contexto, los aportes ancestrales cobran una relevancia renovada.
Caral: ¿se trataba de un método antisísmico?
Caral, ubicada a poco más de 180 kilómetros al norte de Lima, en una zona expuesta a sismos y huaicos, desarrolló una técnica constructiva conocida como shicra: bolsas tejidas con fibras vegetales (como algodón o lana), rellenas con piedras de distintos tamaños. Estas eran colocadas en las bases de las estructuras para actuar como amortiguadores frente a los sismos.
Según investigaciones recientes dirigidas por la arqueóloga Ruth Shady y el ingeniero Julio Vargas-Neumann (PUCP), la shicra permitía distribuir la energía sísmica, minimizando el impacto en el resto de la edificación. Este método ayudó a preservar pirámides, plazas y edificaciones públicas que aún perduran, resistiendo siglos de actividad sísmica.
El uso de esta técnica no fue exclusivo de Caral. Otras culturas prehispánicas del territorio peruano también adoptaron esta solución, lo que demuestra su eficacia y valor como conocimiento ancestral compartido.
Además de la shicra, Caral aplicó otros avances técnicos, como el uso de quincha (una estructura de caña y huarango) y sistemas subterráneos de ventilación que operaban con el principio físico del efecto Venturi, milenios antes de que este fuera descrito científicamente.
Actualmente, investigadores y profesionales en arquitectura y gestión de riesgos buscan rescatar y adaptar estas técnicas ancestrales, como la shicra, para aplicarlas en viviendas rurales de zonas vulnerables. Su bajo costo, fácil acceso a materiales y sostenibilidad ambiental la convierten en una alternativa prometedora para enfrentar los desafíos sísmicos contemporáneos.