Sarko Medina Hinojosa
Arequipa urbana. Seguro este 14 de Agosto, si no estás participando en las dos Entradas de Ccapo que se han organizado, estarás renegando si tienes que trasladarte a cualquier sitio de la ciudad que tenga que atravesar la ciudad, agriándote las fiestas que deberían ser motivo de alegría. Y es que no es culpa de las organizaciones de estos eventos, sino de la falta de previsión para generar vías alternas que ayuden en estos momentos.
Y es que Arequipa, la ciudad de los mejores atardeceres del mundo, se ahoga. No por la ceniza del Misti, sino por el smog de miles de combis y taxis que atiborran sus calles coloniales.
El centro histórico, joya de sillar que debería ser un remanso de belleza, se ha convertido en un caótico nudo gordiano de bocinas y tubos de escape que suenan en desorden, como si del órgano de la Catedral mal afinado fueran.
¿Cuántas veces hemos maldecido, atrapados en el tráfico de la Avenida Ejército, mientras vemos pasar nuestra juventud por la ventanilla? ¿Cuántos turistas se han llevado, en lugar del recuerdo de nuestros portales, la imagen de un atasco monumental en la Goyeneche o la Marina?
La solución, vuelvo a repetir, no es un secreto de Estado. Las vías de evitamiento, esos anillos viales que prometen descongestionar el centro, llevan años en el papel, víctimas de la desidia burocrática y la falta de visión de nuestras autoridades. Mientras tanto, el tráfico crece, se expande como una mancha de aceite, y el problema se agudiza.
Necesitamos, con urgencia, culminar esas arterias que rodeen la ciudad. No es un capricho, es una necesidad vital. Imaginen el transporte pesado yendo por la avenida que ya debe terminarse del Cono Norte, paralela a la Aviación y se vayan tranquilos al Puente La Joya, donde los buses interprovinciales no conviertan la Variante de Uchumayo en un estacionamiento kilométrico.
Pero no basta con construir carreteras. Necesitamos repensar nuestro sistema de transporte desde sus cimientos volcánicos.
Las vías que unan Paucarpata, Mariano Melgar, Miraflores y Alto Selva Alegre son cosa de voluntad entre los cuatro distritos, de allí un segundo puente (Quedemos en que no sea largo como el Chilina, pueden haber variantes para atravesar el río Chili) que una la parte alta de Cayma y de allí las vías que ya están construidas como la 54 y otras hacia todo el Cono Norte y Yura.
El tiempo se agota. Cada día que pasa sin acción, es un día más de caos, de pérdidas económicas, de calidad de vida que se nos escurre entre los dedos. No podemos seguir siendo rehenes de un modelo de transporte obsoleto y depredador que solo se cambia de nombre cada gobierno por uno más adecuado a la publicidad del partido de turno.
Arequipa merece respirar
Arequipa merece respirar. Merece que sus calles vuelvan a ser espacios de encuentro, no trincheras de una guerra diaria contra el tráfico. Es hora de que nuestras autoridades despierten del letargo y actúen. Porque una ciudad que no puede moverse, es una ciudad que no puede avanzar.
Ambas autoridades, de la Municipalidad Provincial y la Regional tienen aún tiempo para acordar una megaobra que sea relevante, que deje un recuerdo perenne, a ella se puede unir la inversión privada, incluso los colegios profesionales y la sociedad civil. La cosa es pensar en conjunto, no en particularidades.
Mientras, tratemos de tomar precauciones estos días de fiesta y festejemos a nuestra querida Arequipa, que, a buena hora, siempre es más grande que sus problemas.