Por: Carlos Rivera
Alma Matinal… No tengo las competencias para hablar del aporte jurídico del Dr. Samuel Lozada Tamayo como especialista en Derecho internacional Público o la cátedra que brindaba a los alumnos de las dos facultades de derecho de Arequipa. Estoy seguro que muchos ilustres abogados de nuestra tierra con mayor rigor y conocimiento realizarán mejores análisis que este escritor. Como periodista me tomo esta licencia de hablar de esta faceta del buen Samuel.
Nuestra mente más audaz y con mejor estilo de escritura y pensamiento fue José Carlos Mariátegui y cuando intentó revelarnos el proceso de sus ideas políticas no dudó en clarificarnos que él se elevó del periodismo a la doctrina.
Es que el periodismo acompañó siempre los albores creativos del Dr. Samuel como a esos grandes hombres José Luis Bustamante y Rivero, Javier De Belaunde Ruiz de Somocurcio, Víctor Andrés Belaunde o Francisco Mostajo quienes abrazaron el periodismo ejercitando la promoción de sus vulgatas para beneplácito del populacho.
Pero Samuel estuvo en todas las trincheras de este oficio. Fue fundador del Centro Federado de Periodistas de Arequipa, reportero, corresponsal de importantes diarios nacionales como La Prensa, hizo columnas de opinión en los principales diarios de la ciudad.
Y siempre era consultado por los directores de los diarios como Arequipa al Día dirigido por don Carlos Meneses Cornejo además de compartir sus opiniones en radio y televisión como un perspicaz analista político. Además de escribir exquisitas semblanzas artísticas o culturales en revistas como La Ciudad que dirigía su amigo Eduardo Ugarte y Chocano.
Era consultado en múltiples eventos académicos sobre el papel de los medios de comunicación y la ética. La visión periodística de Samuel era producto de un ejercicio práctico del oficio y una formación académica la cual complementó titulándose como Periodista en la Escuela Superior de Periodismo y Relaciones Públicas de la Universidad Católica de Santa María en 1976 luego de un largo trajín desde la práctica desde 1953 como lo anotaba el periodista Luis Eduardo Podestá.
Esta formación la desplegó en su quehacer y compromiso deontológico y por esos sus disertaciones eran invocaciones humanistas, axiológicas, en un claro compromiso con la verdad de lo escrito o difundido a través de cualquier medio. Lo suyo no fue un empirismo barato sino un ejercicio profesional con altura de conocimientos desde la praxis y la teoría.
Periodista: La pluma de Samuel era mesurada en sus formas
La pluma de Samuel era mesurada en sus formas, elegante, a veces sardónica pero siempre responsable. Ni pretenciosa o jactanciosa, era didáctica y propositiva. Una faceta que a veces trataba de pasar desapercibida y no por humilde sino por modesto era la de cronista y literato.
Tomaba la pluma y la soltaba a sus íntimos deseos exclusivamente poéticos, sabia la simetría de las palabras, y podía tachonarnos con sutilezas de un delicado prosista en la estética intima de sus aventuras. Podía describir una calle, un ambiente de autos, el recuerdo de un ser querido y amalgamarlo a una perspectiva metafísica. Era un cronista “intuitivo, creativo y minimalista” como ha dicho de sus textos Juan Carlos Valdivia Cano.
El fundador de la revista Etiqueta Negra nos dice esta máxima:
“El cronista no está buscando la historia secreta. Lo evidente suele ser invisible, y un cronista tiene el privilegio de contar no sólo lo que sucede, sino lo que parece que no sucede.”
Veamos un extracto de su libro de viajes Cumplir un sueño. Peripecia veneciana y crucero a las islas griegas:
“En la Piazza San Marco un cielo azul intenso hacia la caída de la tarde. Increíble, parece pintado a la acuarela, al centro vigilante, la gran columna del León de Venecia. Contraste impresionante entre el gualda del palacio del Dogo, al costado y ese añil irreproducible de la seis de la tarde. Dicen que a Venecia hay que verla en la luz de octubre.”
Ahora les leo un poco de la semblanza dedicada al Dr. Eusebio Quiroz Paz Soldán:
“Pero por la otra cara de la luna y rescatando, a grandes pasos el pretérito, la reposición de singulares recuerdos personales, inolvidables por añadidura, los avatares de cierta bohemia, la libertad en acción, el respeto al decálogo del orden sin eludir las tentaciones del desafuero, el roce chispeante con magias, paraísos y hasta una fallida y conmovedora, grave levitación.”
Así ejercía el periodismo el Dr. Samuel Lozada
Al acompañar en el proceso de la muestra bibliográfica dedicada a preservar su legado pude ver sus manías de cuidado y disciplina benedictina cuando decidía abordar un tema puntual, los artículos que consultaba o revisaba eran subrayados o sometidos a un escrutinio lecturable que orientaba sus futuras posturas.
Ordenaba estos elementos en un archivo debidamente organizado y además con un índice que guie su contenido. Así ejercía el periodismo el Dr. Samuel Lozada Tamayo y por eso es nuestro deber revelar el oficio que lo elevó a la doctrina de los grandes hombres como comentaba el amauta José Carlos.
Por eso les comparto unos versos del poeta alemán Rainer María Rilke:
Las montañas descansan bajo el esplendor de los astros;
pero también brilla en ellas el tiempo.
Al raso de mi corazón salvaje,
duerme la inmortalidad”.
Estas líneas guiadas por mi sencillo estilo intentan conectar la luz de sus palabras con los latidos de su sorprendente pluma. Un periodista revelándonos la claridad de la vida, los matices de cada hecho ante un apotegma que invoca Juan Zorrilla de San Martin que nos dice que “la belleza es el esplendor de lo verdadero”.
Y Samuel ha cumplido con altura la sentencia que dibuja la indiscutible dimensión de su humanismo. Y en esta mañana tibia confirmamos que hizo periodismo de corazón y con el corazón. Resulta entonces imperativo reconocer la ruta de su pensamiento e imaginar los mundos de su trascendencia.