Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de palabras…El cóndor que cayó.. Elmer Cáceres Llica, el otrora «Kuntur«, hoy se encuentra enjaulado, no por las garras de sus enemigos políticos, sino por las de su propia ambición.
La reciente ampliación de su prisión preventiva por seis meses más en el caso «Los Hijos del Cóndor» es solo el último capítulo de una tragicomedia que él mismo escribió con su incapacidad para entender qué significa realmente hacer política.
Cáceres Llica llegó al poder montado en una ola de populismo barato y promesas huecas. Recuerdo aún cuando en su paso por la alcaldía den Caylloma se proclamaba como un nuevo Inca, vestido con sus chamarras tipo militar cubano, en verde caqui.
Por ese entonces se vendió como el outsider, el hombre del pueblo que enfrentaría a la «mafia pituca». Pero pronto demostró que su único interés era servirse del poder, no servir al pueblo que decía representar.
¿Qué entendió Cáceres por política? Al parecer, creyó que era un juego de tronos arequipeño, donde el que grita más fuerte y reparte más dádivas es el que se queda con la corona.
Confundió el gobierno con un botín y a los ciudadanos con súbditos a los que podía comprar con obras mal hechas y puestos de trabajo fantasma.
La promesa de un oasis en pleno desierto de Yura debió convencer a muchos, sin pensar que ese sueño y plaza de más de tres millones terminaría por hundirlo.
Su modus operandi, según las acusaciones, era simple: frenar la fiscalización del Consejo Regional a cambio de beneficios personales. Es decir, convertir la función pública en un mercado persa donde todo estaba en venta, desde la dignidad hasta la ley misma.

El cóndor: el daño colateral que causó
Pero lo más triste de esta historia no es solo la caída de un hombre, sino el daño colateral que ha causado. Cáceres no solo arruinó su propia vida y dignidad, sino que arrastró consigo a su familia y a toda una región que depositó sus esperanzas en él.
Su vida familiar, y eso cualquiera que haya pasado por cárcel sabe, implica que su pequeña no viva con él como padre y el sustento que debería ser para ella se va en abogados y recursos. La ambición desmedida puede envenenar hasta los lazos más sagrados.
Ahora, tras más de 36 meses tras las rejas, Cáceres Llica tendrá tiempo de sobra para reflexionar sobre sus acciones.
Pero me temo que ni siquiera ahora entiende la lección. Sigue creyendo que es víctima de una persecución política, incapaz de ver que su verdadero verdugo ha sido siempre él mismo.
La política, señor Cáceres, no es un negocio familiar ni un medio para enriquecerse. Es un servicio, una responsabilidad sagrada hacia el pueblo que confía en usted.
Es trabajar por el bien común, no por el bien propio. Es construir un futuro para todos, no solo para «Los Hijos del Cóndor».