Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… La marcha atrás del Ministerio de Cultura respecto a la reducción del área protegida de las Líneas de Nasca no debería celebrarse como una victoria completa, sino como una oportunidad perdida para demostrar que en el Perú podemos construir consensos inteligentes entre la protección patrimonial y el desarrollo económico responsable.
El episodio revela una vez más la falsa dicotomía que hemos instalado en nuestro país: o patrimonio cultural o desarrollo minero, como si ambos fueran enemigos irreconciliables.
La resolución inicial, que reducía el área protegida de 5.633 a 3.235 kilómetros cuadrados, fue tan torpe en su ejecución como legítima era la necesidad que pretendía atender: ordenar la actividad económica en zonas aledañas a nuestros tesoros arqueológicos.
Cuando Mathias me pregunta por qué en otros países pueden tener industrias extractivas cerca de sitios históricos sin destruirlos, no tengo una respuesta convincente. Países como Chile han logrado que la minería conviva armónicamente con la protección de geoglifos del desierto de Atacama mediante zonificación rigurosa, tecnología limpia y participación ciudadana efectiva.
El problema no es la actividad minera en sí, sino la informalidad, la falta de planificación y la ausencia de un Estado que fiscalice adecuadamente. El problema que no se ve pero se conoce, también tiene un nombre: corrupción de funcionarios, la cual hace imposible verificar de manera real si lo que se pretende explotar se hace con estudios sinceros de factibilidad o están ofertados a dedo burocrático o político.
La solución pasa por construir un modelo de desarrollo que integre tres elementos: protección patrimonial rigurosa, actividad económica ordenada y participación ciudadana real.
Líneas de Nasca: defendió a punta de escoba la alemana María Reich
Esto implica crear zonas de amortiguamiento con actividades compatibles, establecer corredores mineros con estándares ambientales estrictos y, sobre todo, generar un fondo de compensación que beneficie directamente a las comunidades locales. Y si bien esto seguro ocasiona que se polarice la discusión, por lo menos que haya, una real y buscando consensos.
Sin embargo, hay líneas que no deberán cruzarse y para eso deberán funcionar candados que podamos establecer. La intangibilidad de los territorios declarados patrimonios culturales deben primar por encima de intereses extractivos, no al revés.
El restablecimiento del plano perimétrico de 2004 es correcto, pero insuficiente. Necesitamos un Plan de Gestión que vaya más allá de la mera prohibición y proponga alternativas concretas. La creación de la Unidad Ejecutora Nasca es un paso en la dirección correcta, pero requiere recursos, autonomía y capacidad técnica.
Mientras sigamos optando por soluciones de emergencia y marchas atrás, otros países nos seguirán ganando en competitividad turística y eficiencia extractiva. La protección de nuestro patrimonio no puede convertirse en un obstáculo al desarrollo, así como el desarrollo no puede convertirse en una amenaza a nuestra identidad.
Y finalmente, Nazca, al igual que casi todo Ica, aún mantiene una deuda por cobrar por el terremoto del 2007, que nadie se atreve a saldar, de allí que suena hipócrita el decir que se piensa en la mejora de su población mediante el ingreso de recursos extractivos cuando ni el mantenimiento, de lo que con tanto empeño defendió a punta de escoba la alemana Maria Reich, pueden hacer. No se pasen de la línea señores del MINCUL.