Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… ¿Para qué necesito saber qué es la Nube de Oort? Esta pregunta, que muchos se hacen frente a conocimientos aparentemente inútiles, encierra la clave de nuestra supervivencia como especie.
La respuesta es simple: porque entender el mundo no es un lujo, sino una necesidad. Saber que la Nube de Oort –ese enjambre de cometas, cuerpos celestes, asteroides, que rodea nuestro sistema solar como un caparazón cósmico– puede enviar proyectiles helados hacia nosotros, no es para alimentar paranoias apocalípticas, sino para recordarnos nuestra fragilidad y nuestra responsabilidad.
Cuando comprendemos los eventos de extinción masiva que han borrado hasta el 95% de las especies del planeta en cinco ocasiones distintas, según el registro fósil, aprendemos a valorar la excepcionalidad de nuestra existencia. No para vivir atemorizados, sino para actuar con la humildad y sabiduría que corresponde a quienes habitan un planeta prestado.
La cultura general no es un simple adorno para brillar en reuniones. Es la red de seguridad que nos protege de nuestra propia ignorancia. Es lo que nos permitió distinguir entre meteoritos –fragmentos de asteroides que alcanzan la superficie terrestre– y brujas volando cuando vimos una bola de fuego en el cielo.
El conocimiento es el único antídoto contra el miedo irracional y las supersticiones que han llevado a la humanidad a sus momentos más oscuros. Es, también, la herramienta que nos permite anticipar amenazas reales y actuar con inteligencia colectiva.
La pregunta correcta no es para qué necesitamos saber sobre meteoritos o extinciones masivas, sino qué precio pagamos por no saberlo. La curiosidad no mató al gato; lo salvó de peligros que no podía ver. Y a nosotros también.
