Por: Sarko Medina Hinojosa
Cordillera de Palabras… El Perú está enfrentando una epidemia silenciosa que crece como un cáncer en nuestra sociedad. En Arequipa, según datos del Centro de Salud Mental Moisés Heressi, los casos de adicción a la droga se han triplicado: de 10 pacientes mensuales en 2023 a 30 en 2024. Y esto es solo la punta del iceberg.
No es solo la marihuana que algunos quieren legalizar con argumentos prestados de realidades ajenas, ni el alcohol que normalizamos en cada reunión familiar.
El doctor Alberto Monroy, psiquiatra del Hospital Regional Honorio Delgado, advirtió en entrevistas a varios medios locales sobre nuevas amenazas: el «tusi» (cocaína rosada) y los opioides están ganando terreno en nuestra ciudad.
Lo más aterrador es la edad de inicio. Ya hay casos de niños de 11 años consumiendo marihuana. La franja más afectada está entre los 14 y 30 años, pero el problema no distingue edades: hay adictos de hasta 60 años buscando ayuda.
La juventud, ese periodo que debería ser de desarrollo y crecimiento, se está convirtiendo en una pesadilla química para muchas familias.
Cordillera de Palabras… La droga no es moda, artículo de opinión de Sarko Medina Hinojosa
que destrozan el sistema nervioso. Los opioides, medicamentos como el fentanilo, están creando una nueva generación de adictos que comenzaron buscando alivio para el dolor.
Según DEVIDA, el consumo de pasta básica de cocaína (PBC) se ha incrementado en un 35% en los últimos cinco años. Esta droga, que muchos consideran «antigua», sigue destruyendo vidas en los barrios más pobres, mientras las drogas sintéticas como el éxtasis y el LSD se popularizan en fiestas electrónicas y reuniones de clase media y alta.
Pero el verdadero horror está en las estadísticas de recuperación. Según el doctor Monroy, el 60% recae en el primer año de tratamiento, y aunque este porcentaje baja al 30-40% en el segundo año, el riesgo nunca desaparece completamente.
Y seguro que varios de los lectores se opondrán a esta mirada pesimista, porque en otros lugares se ha liberado el consumo recreacional de la marihuana. La historia nos da lecciones que parecemos empeñados en ignorar. En el siglo XIX, China vivió una crisis devastadora cuando el Imperio Británico forzó la legalización del opio.
El resultado: millones de adictos y el colapso social de una civilización milenaria. Hoy, algunos nos piden repetir el experimento con la marihuana, ignorando que el THC actual es 25 veces más potente que el de los años 60.

Drogas: legalizar la marihuana sería abrir una caja de pandora
La legalización no es la respuesta mágica. Uruguay legalizó la marihuana y el narcotráfico no desapareció; simplemente se adaptó, ofreciendo productos más potentes y peligrosos. En nuestro país, donde la informalidad y la corrupción reinan, legalizar sería abrir una caja de Pandora que no podríamos cerrar.
No podemos seguir ignorando esta realidad. Mientras debatimos la legalización de la marihuana, nuestros jóvenes están cayendo en adicciones cada vez más peligrosas.
La depresión y la ansiedad los empujan al consumo experimental, que rápidamente se convierte en dependencia. Hongos, LSD y demás sustancias a varios, seguro no afectará, como alguna vez la enjuiciada Susana Villarán expresó: “Un porrito fumé de joven y no me hizo nada”, pero a un buen grueso de la población sí le afecta, si lo vuelve adicto y no le permite una existencia normal y sana.
La solución no está en la legalización ni en la criminalización simplista. Necesitamos una política integral que combine prevención, educación y tratamiento. Necesitamos entender que las adicciones son una enfermedad crónica que requiere atención continua y apoyo familiar.
O enfrentamos esta epidemia ahora, con recursos, programas efectivos y compromiso social, o nos preparamos para ver cómo una generación entera se pierde en el abismo de las adicciones. La elección, como siempre, es nuestra.